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jueves, 17 de julio de 2008

¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE INSTAURAR UNA CULTURA DEL CUIDADO?

Resumen del encuentro “Cuidar y educar en tiempos difíciles”

Acerca de la reciente charla de Rolando Martiñá en el Espacio Telefónica.


Cuidar y educar en tiempos difíciles es una tarea delicada y compleja que requiere instaurar una "Cultura del Cuidado" desde la familia y la escuela. De esta manera, y sustentándonos en algunos valores fundamentales, podremos convertir a los procesos educativos en herramientas útiles para contrarrestar las tendencias individualistas y los episodios de violencia escolar.
Los tiempos siempre fueron difíciles de algún modo, especialmente para criar y educar niños. En el siglo XX, especialmente a partir de la Segunda Guerra, se plantean una serie de rápidas y profundas transformaciones que pueden resumirse en tres grandes procesos: La Revolución tecnológica, la Revolución femenina, y la Revolución juvenil.
En los tres casos, se trata bruscos incrementos de autonomía que redundan en que parecemos "crear más información de la que podemos absorber, alentar mayor interdependencia de la que podemos administrar e impulsar cambios con una celeridad que nadie puede seguir". De esta manera aparece el "efecto bisagra" o realimentación paradojal, que supone que de causas buenas surgen efectos malos y viceversa, lo que implica que debemos hacernos cargo no sólo de los problemas sino también de los efectos no deseados que acarrean las medidas que proponemos para resolverlos.
Entre los efectos no deseados se encuentra la alteración de las relaciones intergeneracionales, que subyacen a cualquier proceso educativo sistemático, ya sea en el ámbito familiar como en el escolar. Sucede que la antigua asimetría de poder y de conocimiento se ha quebrado y los beneficios de una mayor autonomía, paradójicamente, trastornan de modo incomprensible la relación entre adultos y jóvenes.
De la "Cultura del Cumplimiento", propia de las sociedades tradicionales entradas en crisis a partir de la segunda posguerra, hemos pasado a su opuesta pero equivalente: la "Cultura de la Trasgresión". El lema "lo que no está prohibido es obligatorio" ha sido reemplazado por el lema "prohibido prohibir", y en esta oscilación nos hallamos aún empantanados. Frente a ello proponemos la alternativa de la "Cultura del Cuidado", basada en los aspectos legítimos de las otras dos culturas (el afán de orden y el afán de libertad) pero enmarcados en el paradigma del Cuidado de la Supervivencia que se sustenta básicamente en el Cuidado de la Convivencia.
Actualmente, el clásico triángulo padres- niños- maestros ha visto alterada su antigua funcionalidad por haberse desdibujado la alianza entre adultos acerca de las formas correctas para educar a los chicos. A esta cuestión debe sumársele la aparición de una tercera instancia socializadora: los medios masivos. Si bien no tienen intención de educar, cuentan con recursos muy poderosos y una capacidad de influencia en la mente de las personas difícilmente igualable por otro medio, ya sea humano o técnico.
Según algunas investigaciones, para que un niño crezca razonablemente sano se requieren ciertas condiciones básicas que se consolidan sobre la base de tres alianzas fundamentales: 1) La que se establece entre dos individuos con diferentes historias, expectativas y recursos, que deciden continuar la vida juntos y deben negociar lo necesario para que eso sea posible; 2) La que esa pareja debe establecer, en cuanto padres, respecto de sus hijos, así como las responsabilidades recíprocas entre ellos y respecto de los menores a cargo; 3) La que la familia como unidad (sea cual fuere la estructura que adopte), debe establecer con otras instituciones del ámbito social, con la aceptación de la diversidad que eso supone. En particular, la alianza familia-escuela.
Son múltiples los desafíos que actualmente deben afrontar ambas instituciones, en especial porque no siempre les resulta fácil considerarse socios en lugar de rivales. Una de las cuestiones más acuciantes es el fenómeno lamentable del "bullying" o acoso escolar entre pares, que ocurre a espaldas de los adultos responsables y puede llegar ocasionar daños físicos o psíquicos de gravedad. Es un tema arduo y muy nuevo en el ámbito reflexivo, que seguramente merecerá atención especial en los próximos tiempos.
Cuando se constatan este y otros problemas que afectan a la convivencia ciudadana, suele hablarse de problemas de educación. A través de un deslizamiento frecuente suele traducirse como problemas escolares, lo que genera un círculo vicioso paradojal al endosársele a la escuela -ya de por sí bastante exigida- que resuelva cuestiones que ninguna otra instancia social parece ser capaz de resolver y para la cual suele carecer de los recursos apropiados.
En general, estos reclamos van acompañados de apelación a valores que dificultan la toma de decisiones en situaciones conflictivas. Todos estamos de acuerdo en que es mejor el amor que el odio y la solidaridad que la discriminación, pero a la hora de resolver los conflictos humanos las cosas no son tan claras, ya que los valores suelen formar parte de un conglomerado no siempre homogéneo integrado por elementos susceptibles de entrar en conflicto. Esto se verifica cuando, por ejemplo, decimos una mentira piadosa: reconocemos la tensión entre valores y elegimos el valor piedad, por sobre el valor verdad.
En el afán de contribuir a plantear las cosas de un modo más efectivo, proponemos una serie de valores- creencias- actitudes susceptibles de aprendizaje, tanto en el ámbito familiar como extrafamiliar. Se basan en los que consideramos "Valores de la Civilización", entendidos como aquellos requisitos fundadores de la convivencia humana y, en último término, garantes de su supervivencia.
Según estos requisitos, consideramos más civilizado a quien:
Tiene modos menos violentos de resolver las controversias.
Tiene una mirada de largo plazo sobre lo que es más conveniente para sí mismo y para el conjunto.
Reacciona de un modo proporcional a las causas de su conducta.
Controla mejor sus impulsos y hace prevalecer la colaboración por sobre la rivalidad.
Cumple más y mejor sus acuerdos y compromisos y favorece así la confianza mutua y la reciprocidad.
Asume plenamente la existencia de los otros y el hecho de que su conducta los afecta porque puede ponerse en lugar de ellos.
Es responsable de las consecuencias de sus decisiones.
Es capaz de distinguir la reciprocidad, reconoce el bien que recibe y el mal que ocasiona.
Es capaz de privarse de cometer actos que perjudiquen el bienestar de los otros o el sentido de la situación que comparten.
Acepta la Ley, como principio ordenador supremo de los intercambios humanos.


Resulta imprescindible empezar a revisar que es lo que hacemos... nuestros hijos y nuestros alumnos nos están mirando... y aprenden de nuestro ejemplo.
Este video es fuerte... pero me pareció importante utilizarlo como disparador para la reflexión... si queremos instaurar una cultura del cuidado... lo primero es mirar para adentro y ver que estamos haciendo con nosotros mismos y de que manera influimos en ellos...

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